Seguramente, después de leer el título estés pensando «vaya tontería» o «qué consejo tan materialista». Pero te voy a explicar por qué para ser feliz solo necesitas unas zapatillas de tu talla.
Imagina por un momento –aunque seguramente ya te haya pasado-, que yendo por la calle, o en alguna red social, has visto a alguien con unas zapatillas que te han encantado, ¡porque le sentaban genial! Y después de verlas, has empezado a pensar en lo bien que quedarían con una u otra cosa, o lo cómodas que serían para salir a caminar o incluso practicar algún deporte.
Te gustan tanto que has decidido ir a comprarlas -a pesar de que sean algo caras- pero al pedir ese modelo te dicen que no las hay en tu talla, y que no creen que les lleguen más. Solo tienen una talla menos, y las compras, porque total… “ya cederán”, -piensas-. Las empiezas a llevar por un tiempo, pero te hacen rozaduras, no te dejan andar bien, no estás cómodo, pero aun así no te las dejas de poner porque crees que son “perfectas para ti”.
En esta historia se han dado varias situaciones tan irracionales que seguro que ya las has calificado todas como absurdas. Sin embargo, son comportamientos más frecuentes de lo que pensamos, y que nos llevan una y otra vez a obsesionarnos con lo que no necesitamos y a alejarnos de aquello que sí nos puede hacer bien.
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La primera circunstancia que vemos en esta metáfora, es cómo en ocasiones tendemos a creer que lo que encaja bien con otros, puede que también lo haga con nosotros. No nos damos cuenta, o no queremos darnos cuenta, de que somos únicos y distintos, y que no todas las cosas funcionan de la misma forma entre diferentes personas.
Esto se repite constantemente en distintos aspectos de nuestra vida. A veces, nos marcamos metas totalmente alejadas de nuestra realidad y de quienes somos, porque vemos que hay alguien a quien le hace feliz. En otras ocasiones, puede que sí hayamos acertado en cuanto a aquello que necesitamos, pero que nos cueste algo más de tiempo conseguirlo que a los demás, y no es malo en absoluto, porque que algo tarde no significa que no vaya a llegar.
Es muy importante que reconozcamos nuestras debilidades y nuestras virtudes, no según lo que nos gustaría ser fijándonos en el otro, sino siendo conscientes de la realidad de nuestras capacidades, y conociendo que siempre las podemos mejorar, pero hacerlo llevará un tiempo y conseguirlo será magnífico.
Lo segundo que extraemos de esta historia, es seguramente lo primero que califiquemos de ridículo y que sin embargo, es totalmente común.
Vemos cómo una persona escoge algo que desde el principio sabe que no le corresponde, aun así lo quiere porque ya lo ha idealizado, se miente a sí mismo pensando que es lo que necesita, y sigue apostando por ello a pesar de que le hace daño.
Es totalmente absurdo, pero lo hacemos. ¿Cuántas veces no hemos renunciado a una persona que sabíamos que no nos correspondía?, o hemos seguido practicando un deporte solo porque otros lo hacían, viendo una película con no sé cuántos premios que no nos gustaba desde el principio o estudiando una carrera solo por “sus salidas”. Hay miles de ejemplos sobre muchas situaciones en las que adoptamos este comportamiento, mucho más relevantes, además, que la compra de unas zapatillas, y sin embargo, en todas ellas nos obcecamos; tapamos la realidad, y seguimos adelante, aun sabiendo en el fondo durante todo el trayecto que estamos cometiendo un error.
Puede que cueste desmontar el castillo que hemos armado en nuestra mente. Sin embargo, reconocer qué es lo que NO necesitas y aprender a dejarlo atrás, es estar un paso más cerca de encontrar aquello que sí puede hacerte feliz.
Algo que no vemos de forma tan directa en esta historia, y que sin embargo marca todos los errores sucesivos, es que el protagonista se olvida de analizarse a sí mismo. Va a por lo que otro tiene, y no reflexiona sobre qué otras opciones pueden existir que, según cómo es él, puedan realmente corresponderle.
Hacemos cosas porque es lo que otros esperan de nosotros, porque vemos que a otros les va bien con ello, porque es el camino que deberíamos seguir. Pero estas reglas no deben determinar nuestras decisiones. En absoluto.
Lo primero para poder tomar cualquier tipo de decisión es pararse y pensar en qué punto estamos, qué es lo que necesitamos exactamente, cómo somos y las cosas que pueden hacernos felices según nuestra autenticidad, nuestra forma única de ser.
Porque, como ya hemos dicho, que a alguien le vaya bien con sus decisiones, no significa que la receta se vaya a repetir con nosotros, y al contrario; que a otro no le haya ido bien en algo, no debe desanimarnos a la hora de intentarlo.
Cuando quieras algo, persíguelo, porque si te has tomado el tiempo de conocerte, y conocerte sin miedo, aceptándote en cada aspecto, vas a ser tú, mejor que nadie, quien pueda saber qué apuestas te harán ganar en tu vida.
Deja de pensar en lo que el resto espera de ti, o en las complicaciones que conllevan el tomar una decisión que te llevarán a conseguir aquello que quieres. Cuando algo encaje contigo, apuesta por ello, y no tengas miedo si esa apuesta rompe tus esquemas y te hace empezar de cero, teniendo que salir adelante en una situación en la que no has estado antes.
Es normal sentir miedo cuando estamos haciendo algo nuevo, y mucho más cuando aquello que hacemos no concuerda con las expectativas del resto. Pero trazar un círculo con lo que los otros esperan que hagas, puede que deje fuera de los límites muchas cosas fascinantes que seas capaz de hacer, y te lleven a ser feliz.
Sí, en resumidas cuentas, si quieres ser feliz, busca unas zapatillas de tu talla. Aprende a medirte bien a ti mismo -esto es lo más difícil-. No te veas más pequeño de lo que en realidad eres, tampoco te pases creyéndote mucho más grande que el resto. Conócete y reconócete cada día sin miedo. Sé consciente de todo lo bueno que tienes, y trabaja por mejorar en tus aspectos negativos. Apuesta por lo que te llene, y ve a por ello, aunque esto implique romper con todos los esquemas.