El ejercicio físico podría reducir la gravedad de los casos de la COVID-19

Desde su aparición en Wuhan (China) a finales de diciembre de 2019, la enfermedad de 2019 por coronavirus (COVID-19) se ha difundido rápidamente por todo el mundo. El 30 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró esta enfermedad una emergencia de salud pública de alcance internacional y, en menos de 2 meses, el 11 de marzo, se clasificó como pandemia. A principios de abril se habían confirmado más de 950.000 casos, con más de 48.000 muertos en todo el mundo.

Muchos países han declarado cuarentenas indefinidas con el objetivo de reducir la tasa de infección y evitar el colapso de los sistemas sanitarios. El confinamiento se considera la mejor opción para proteger la salud, pero sobre todo para las personas vulnerables (las de 65 o más años y las que padecen enfermedades cardiacas graves, enfermedad pulmonar crónica, diabetes, obesidad y enfermedades hepática y renal crónicas), las conductas sedentarias tienen un gran impacto. En consecuencia, es importante mantener un estilo de vida activo y en particular la práctica de ejercicio físico.

Hay pruebas irrefutables de la función beneficiosa del ejercicio físico en la prevención de la enfermedad, como tratamiento complementario para las enfermedades crónicas y en el bienestar psicológico. Además, el ejercicio también podría tener un efecto protector en el sistema inmunitario, cuyo estado óptimo es crucial para responder de un modo apropiado a la amenaza de la COVID-19. Esto es especialmente importante para los enfermos crónicos, que son los más afectados.  Mantener un buen nivel de actividad física es clave para abordar la conducta sedentaria, así como para mitigar el impacto psicológico de la cuarentena, ya que el sedentarismo tiene un conocido efecto perjudicial en la función cardiovascular.

La COVID-19, enfermedad respiratoria causada por el coronavirus SARS-CoV-2, puede presentar complicaciones graves en algunos pacientes. Las estadísticas recogidas de los casos clínicos muestran que la gravedad aumenta con la edad y las comorbilidades, como la diabetes, el cáncer y otras enfermedades respiratorias. Pero otros pacientes con edad y estado de salud similar pueden afrontar el virus de muy distintas formas: los científicos creen que depende de la fortaleza de su sistema inmunológico, lo que explicaría por qué algunas personas cursan leves o asintomáticas.

“El 80 % de los pacientes confirmados con COVID-19 tienen síntomas leves sin necesidad de asistencia respiratoria. La pregunta es por qué”, fue la reflexión que se planteó el doctor Zhen Yan, investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia, en Estados Unidos. Según sus años de experiencia, planteó la hipótesis de que el ejercicio físico tendría un efecto protector en el desarrollo de la COVID-19. Finalmente, los resultados de una detallada investigación médica, publicados en la revista Redox Biology«apoyan firmemente la posibilidad de que el ejercicio pueda prevenir o al menos reducir la gravedad del síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA), que afecta a entre el 3 % y el 17 % de todos los pacientes con COVID-19», como expone un comunicado de la Universidad de Virginia.

La importancia del sistema inmunológico

El catedrático de Inmunología de la Universidad de Valladolid Alfredo Corell explica que “el sistema inmunitario tiene un papel de defensa frente a cualquier infección, ya sea por virus, bacterias, hongos o parásitos”.

A pesar del desconocimiento que hay relativo al Coronavirus, es evidente que un sistema inmune debilitado influye negativamente en la evolución de ésta y otras enfermedades. De hecho, el especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte, el doctor Ángel Durantez, subraya que un mal estado de salud y, por consiguiente, de este sistema inmunológico, “es uno de los argumentos para pensar por qué la enfermedad ha sido más o menos sintomática en unas personas u otras”.

Relación entre ejercicio físico y sistema inmunológico

Los expertos consultados por salud+deporte recuerdan que no hay ningún plan específico diseñado ni avalado por la ciencia para hacer frente al coronavirus. Lo único que se puede decir en este sentido es que llevar una vida saludable mejora nuestras defensas.

La Sociedad Española de Inmunología ha desarrollado una guía de buenos hábitos para fortalecer el sistema inmunológico.

  • Estar al día en la pauta de vacunaciones.
  • Descansar entre siete u ocho horas al día.
  • Llevar una alimentación completa y equilibrada.
  • Reducir el estrés al máximo.
  • Cuidar la higiene.
  • No consumir alcohol, drogas ni tabaco.
  • Realizar ejercicio físico moderado.

Así, la práctica de actividad física es beneficiosa para prevenir y luchar contra cualquier enfermedad y, por consiguiente, también lo es contra el nuevo Coronavirus.

La actividad física moderada tiene un efecto es inmunopotenciador al segregar betaendorfinas (hormona que favorece al sistema inmune), liberar glóbulos blancos en la médula ósea y reducir la cantidad de cortisol. Esta hormona, asociada al estrés, es un inmunosupresor.

Ejercicio físico y otras patologías

La Organización Mundial de la Salud (OMS) apunta en su página web que el coronavirus puede infectar y afectar a personas de todas las edades: “Si bien se ha observado que las personas mayores y las que padecen algunas enfermedades tienen más probabilidades de enfermarse más gravemente cuando adquieren la infección”.

La edad avanzada, los problemas de coagulación en la sangre y la sepsis (bacterias en la sangre por infecciones graves) son los principales factores de riesgo asociados a la Covid-19 así como otras patologías como hipertensión, diabetes y enfermedad coronaria.

En este punto, parece evidente que sufrir otra afección puede complicar la evolución del coronavirus. La práctica de actividad física se ha evidenciado como eficaz tanto para la prevención como para una evolución positiva de las enfermedades previamente mencionadas, desde las cardíacas hasta la diabetes pasando por el asma o el cáncer, entre muchas otras.

Deporte y síndrome de dificultad respiratoria aguda

También se ha confirmado en otros estudios que el ejercicio es beneficioso para reducir el impacto del síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA). Esta afección, según datos de la Universidad de Virginia, afecta del 3% al 17% de los pacientes con COVID-19, pudiendo ser fatal en el 45% de los casos más graves. El Dr. Zhen Yan, de la mencionada Universidad de Virginia, realizó una revisión exhaustiva de otros trabajos científicos sobre esta temática y concluyó que el ejercicio podría ser efectivo frente al SDRA.

Relacionado con este asunto, el doctor Juan de Dios Beas, especialista en medicina del deporte y asesor de calidad de Clínicas Beiman, detalla que el ejercicio moderado “permite que las secreciones del pulmón se muevan y se expulsen mejor al potenciar la ventilación y la motilidad (movimiento) pulmonar y la fuerza de la musculatura respiratoria. Este mecanismo también protege contra las infecciones”.

Obesidad y Covid-19

En las investigaciones científicas realizadas hasta el momento (ver estudio) se ha reflejado que la obesidad puede ser otro factor que influya negativamente en el desarrollo del coronavirus: “En las Unidades de Cuidados intensivos (UCIs), aproximadamente la mitad de los ingresados que requieren tratamiento ventilatorio intensivo tienen obesidad, sobre todo obesidad grave (Índice de Masa Corporal > 35 kg/m2)”, apunta el doctor Miguel Ángel Rubio, responsable del servicio de Endocrinología y nutrición del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.

Según explica el experto, puede deberse a una menor inmunidad natural frente a las infecciones o a que el virus pueda quedarse más tiempo en el tejido adiposo y se elimine de forma más lenta. Rubio también recuerda que la obesidad viene acompañada en numerosas ocasiones de otras patologías que complican la evolución del virus. Sea como fuere, Rubio precisa que la obesidad grave (IMC > 35 kg/m2) es un elemento de riesgo frente a la enfermedad.

Al igual que ocurre con el sistema inmunológico, llevar una vida sana, en lo que se incluye la actividad física, es el mejor activo para evitar tener esta acumulación excesiva de grasa. En lo referente al ejercicio, el especialista especifica que contrarresta las acciones negativas de la obesidad y que predisponen a una peor condición cardiorrespiratoria.

El deporte también beneficia al sistema inmunitario al disminuir, entre otras cosas, las citoquinas (proteínas que regulan la función de las células) proinflamatorias que suelen acabar dañando algunos órganos. Este último punto es de especial consideración puesto que el estado inmunológico en las personas obesas ya de por sí está “alterado y deteriorado”, recuerda el doctor Rubio.

A todo lo dicho hay que sumar que existen diferencias entre las personas obesas que practican ejercicio físico respecto a las que no: “A igualdad de IMC, aquellos que realizan ejercicio mantenido en el tiempo tienen mejor condición cardiorrespiratoria, mejor masa muscular y menos depósitos de grasa en tejidos ectópicos (corazón, riñón, páncreas, músculo, hígado…), haciendo que esos órganos funcionen mejor y estén más preparados frente a las complicaciones en general y a las infecciones”.

En conclusión, la población debería llevar a cabo programas multicomponente de todo el cuerpo que incluyan ejercicios aeróbicos, de fortalecimiento muscular, equilibrio y estiramiento. Por otro lado, se recomiendan encarecidamente las tareas cognitivas para los mayores, a fin de que conserven la capacidad cognitiva y la actividad cerebral.