Este próximo 29 de marzo ya toca que adelantar una hora en todos nuestros relojes para adoptar el horario de verano. Esto quiere decir que “perderemos” una hora, y sobre todo se notará al día siguiente, el lunes 30 de marzo, porque tendremos que madrugar una hora más para ir al trabajo o a la universidad.
En cambio, el último domingo del mes de octubre (que este año será el 25) volveremos a retrasar una hora los relojes para adoptar el horario de invierno, lo que comúnmente se llama como “ganar” una hora porque dormimos una hora más. El impacto más claro del cambio de hora en marzo, es que cuando nos levantamos volvemos a ir al trabajo todavía de noche pero a cambio, el día dura más durante toda la tarde, por lo que es ideal para realizar actividades al aire libre o de ocio.
Se han realizado muchos estudios sobre cómo afecta este adelanto de una hora en los relojes a nuestro organismo, pero ninguno de ellos nos aporta resultados concluyentes sobre cómo afecta a nuestros ritmos biológicos internos (ciclos circadianos). Lo que si se ha podido comprobar es que el efecto más inmediato del cambio de hora es una alteración de la secreción de melatonina, la hormona que regula cuando y como dormimos.
Cuando hay mucha luz solar esta hormona no se produce, por lo que para inducir el sueño se libera automáticamente cuando oscurece. Esto, unido a que los horarios de la jornada laboral se mantiene inalterados a pesar del cambio de hora, provoca que nuestro reloj biológico se vea alterado, ya que nos levantamos antes y rompemos la rutina, descansando menos de lo necesario. El efecto se podría comparar al del jet lag que se produce cuando viajamos a un país con un huso horario distinto al nuestro.
Debido a la alteración de la secreción de melatonina, el organismo se resiente, dando lugar a la fatiga, el cansancio y en algunos casos el mal humor. Las personas que se ven más afectadas por el cambio de hora son los niños y los mayores, ya que su sensibilidad ante los cambios hormonales de la melatonina es mayor al del resto de la población. No obstante conviene saber que los efectos del cambio de hora son solo a corto plazo, concretamente unos dos o tres días, momento a parir del cual los ritmos circadianos se vuelven a regular.
Algunos autores señalan otros efectos derivados del cambio horario, pero conviene tener cautela sobre la veracidad de dichas afirmaciones dado que se tratan de datos puramente estadísticos sin haber podido establecer una relación de causa-efecto. Entre dichos efectos, se señala lo siguiente:
Estos planteamientos convienen tener en cuenta que, en caso de ser cierto, se podría deber a personas muy sensibles, no siendo generalizable a toda la población.